Estoy bastante seguro de que en este cruce elegí no ver las señales. Es lo único que tiene sentido. Si hubiera mirado honestamente lo que se estaba desarrollando incluso por un breve segundo, no podría haberlo perdido.
El rasguño. El asentimiento. El bostezo. Humor. Falta de apetito.
Todo estaba allí. Todo. Pero si me preguntas directamente, te diré que realmente no tenía idea de lo malo que era.
En el apogeo de mi propia adicción, tenía un hábito de 240 mg. al día. Pequeñas pastillas azules para el dolor, ocho al día. Una vez me quedé dormido fumando un cigarrillo en mi garaje y me prendió fuego a mi bata de baño. Decir que mi esposo estaba menos que impresionado conmigo es el eufemismo del siglo.
Todavía le mentí directamente en la cara y le dije que no estaba drogada, solo cansada. Un día largo, un trabajo estresante, bla bla, mentira tras mentira.
Sé que son mentiras, y todavía suenan como mentiras cuando me las dicen hoy.
He dejado de tomar opiáceos durante ocho años. Fue lo más difícil que he dejado en mi vida, y eso es por mucho. Nada más toca los escalofríos, los vómitos, los dolores corporales. Hasta me dolía el pelo largo y lustroso. Pero lo hice.
No me desteté. No lo cambié por una tira de reemplazo, o una pastilla de un sabor diferente. Lo dejé. Llevé mi enfermo a mi trabajo, me puse de pie y lo tomé. Todo. Como no me han dado nada, lo construí, y sería condenado si me dejara tirado en el suelo del baño y muriera por una pastilla.
Le pregunté cuándo pensaba parar. Me dio la larga lista de razones por las que no puede. Todos y cada uno de ellos también los usé. Pero cuando digo eso, soy el villano. No entiendo. Tiene un trabajo real al que ir, un trabajo importante, que no comprendería. Tiene obligaciones, plazos apremiantes, todas las cosas. Todas las cosas no pueden esperar, no en su mundo, al parecer.
Así que fijé una fecha. No para él, por supuesto, porque los adictos no responden bien a los ultimátums. No pueden creer la audacia de alguien que espera que se pongan las pilas, que se pongan las pilas.
Pongo una fecha en mi agenda, la que no está llena de plazos y obligaciones apremiantes, y esa es la fecha que me voy si él no las ha pateado. Puedo sentirlo, asomándose en el fondo de cada conversación que tengo con él. Sé que está pegando su cara a mi ventana por la noche, comprobando el progreso que no está haciendo.
Está esperando para recordarme que el tiempo casi se acaba.
Está esperando para decirme que es hora de que me vaya.
No lo he olvidado. Está en mi agenda, la que no tiene plazos ni obligaciones apremiantes. Lo vuelco todos los días y suspiro en voz alta para mis adentros. Haz los cálculos mentales. Reinicia la cuenta regresiva. Visita nuestra pagina de Sexshop al por mayor y ver nuestros nuevos productos que te sorprenderán!
Y aún así, ni siquiera ha intentado patearlos.